Heroínas

Semana para Descubrir los Cementerios Europeos. Retratos de mujeres ante la adversidad. Santander 2015

VIVIRSE EN OTRAS MUERTES

Llegué a los once años a este lugar sin nombre

que sólo abandoné cuando me echaron

mucho tiempo después.

En mi casa no había para todas

-éramos doce hermanas-

y todas nos pusimos a servir

en diferentes casas de lugares distintos;

no volvimos a vernos.

Los señores les dieron a mis padres

lo que se suele dar en estos casos

y todos los derechos sobre mí:

  • No le pase ni una -dijo mi padre al amo.
  • Es una buena chica –susurraba mi madre

mirando de reojo a su marido- no les dará problemas.

Ella tuvo razón: fui una buena chica,

obediente y sumisa, complaciente y esclava

de los deseos de cuatro varones

y de la furia de aquella mujer

que escarmentaba en mí a su marido.

Desde el primer momento me informaron

de cuál era mi sitio,

dónde podía estar y dónde no,

de mis obligaciones cotidianas,

de un día interminable

y una noche poblada de fantasmas

sedientos de mi cuerpo.

Aprendiendo a rezar en lo privado,

a maldecir en público

-sin levantar la voz-

y a despreciar su estampa sin moverme,

encontré otras maneras de evadirme.

Los días de diario el trajín, las hazanas,

no me dejaban tiempo de pensar,

y me las ingeniaba los domingos

para esconder un libro entre las piernas

por leerlo despacio, muy despacio,

pensando cada letra, cada estrofa,

cada historia sencilla o peliaguda.

Y comencé a vivirme en otras vidas,

a sentirme morir en otras muertes,

a tener ilusión.

Mientras, el mundo

giraba junto a mí, me trastornaba

mezclando mis neuronas

a un ritmo desbocado.

Resultó ser un juego divertido.

Poco a poco llegaron otros juegos

-entre la primavera de las flores-

que invadieron mi espacio en un jardín

con forma de truhán.

No pude resistirme a sus encantos

de embaucador de feria.

Me enamoré de aquel impresentable

que decía palabras en mi oído

o ponía sus manos en mi pecho

y en mis lugares íntimos

hasta volverme loca.

Y pasó lo que pasa

cuando nadie te informa de que puede pasar.

Me quedé embarazada, me encerraron,

me quitaron la niña, me echaron a la calle

y tuve que vagar por tugurios infectos,

paisajes de negreros, meretrices y brujas;

vendiendo agua y amor en rincones oscuros,

siguiendo las verbenas por un trozo de pan.