“Intrusos en el tiempo. Teorema de la lírica”

Premio de Poesía en Castellano Vicente Martín. Publicado por: Vitruvio. Colección Baños del Carmen, Madrid 2007.

Autora: Nieves Álvarez

ISBN: 85-96312-02-X

‘Intrusos en el tiempo’, prologado por un epígrafe subordinado no menos significativo, ‘Teorema de la lírica’ está estructurado en tres apartados, más unos breves prólogo y epílogo. Intensidad, fuerza, tono confesional, ausencia de pretensiones gratuitas, la obra que hoy se presenta muestra la madurez de una voz que ha sabido asumir el silencio cuando lo necesitaba y que se ha proyectado con modestia entre premios, antologías, publicaciones y recitales.

Iniciático y revelador, con vocación de descubrimiento y certificado de creación, el poemario ‘Intrusos en el tiempo’ introduce la palabra en la espera de la vida y del propio poema. Nieves Álvarez cita a San Juan de la Cruz, a Luis Rosales y a Caballero Bonald y traza un fragmento de espiritualidad y una estancia poética e imaginativa que configura su última creación publicada. Diario Montañés, 3/05/2007

A continuación se puede leer un par de poemas del libro.

Teorema de la lírica (pagina 11)

Apenas un murmullo, simplemente
un ligero murmullo que se apaga,
un cálido silencio que divaga
en las líneas de fuga de la mente.

Un murmullo fugaz, iridiscente,
que dibuja el mensaje y que se embriaga
de aquella plenitud en la que indaga
la voz y la palabra, suavemente.

El sueño de la lírica domina
los impulsos del ser que está esculpiendo
en las entrañas mismas del teorema.

Y en la penumbra, allí donde germina
la magia vertical, está naciendo
el alma que palpita en el poema.

1

Las horas (páginas 17 y 18)

Se asombra el calendario
de este tiempo de rosas
mientras me balanceo, suspendida
en las horas que pasan, sin sentido.

El impulso no existe,
se ha perdido tras un rumor de abrazos
y sólo las palabras, a lo lejos,
descifran la nostalgia de los días.

Paso a paso, despacio, muy despacio
se va ocultando el sol,
el horizonte
ha ensanchado la línea divisoria
entre el cielo y la tierra;
mientras, cada minuto cuenta,
está contando la historia de un recuerdo,
el almacén sagrado de unos besos,
el árbol que florecerá mañana.

Acaba de apagarse
el sembrador de sueños
mientras canto en silencio una canción
de arena.

Y hay un reloj que marca
el ritmo de mis manos,
y unos versos que dictan el mensaje,
y una voz que no es mía
y que me pertenece.

Y hay un dulce presagio
y un dios de chocolate
y un tiempo de amapolas
en el que fui feliz.