Certezas. Pronisa, 2016

Pronisa, 1967-2017, 57
Edita: Pronisa, Inclusión Plena.
Ávila, 2016
Fotografía de cubierta: Ricardo Muñóz Martín.
Prólogo 1: Manuel Maiz San Segundo, Presidente de Pronisa:
Prólogo 2: José María Muñóz Quirós
ISBN: 978-84-617-5389-8

El relato de Nieves Álvarez qque forma parte de esta antología es el siguiente.

PAISAJES

Es casi la hora. Amanece. Por la ventana se cuelan los primeros rayos del Sol que me dan en la cara. Me gusta sentir esa sensación cálida y luminosa. Por eso, prefiero que la persiana permanezca abierta toda la noche. Por eso y porque, a veces, desde mi cama puedo ver la Luna. Incluso, hay días, que puedo ver algunas estrellas. No siempre. Cuando ellas están ahí, orgullosas de sus destellos, yo las miro y siento una especie de cosquilleo alborozado que me une a su Universo.

La oscuridad no me molesta, me acompaña con sus ritos, sus briznas de luz, sus sonidos distintos, su cercanía. No suelo dormir mucho. Cuando no duermo pienso y disfruto imaginando el mundo que hay ahí fuera.

Junto a mi ventana, un árbol acerca sigilosamente sus ramas (crecen y crecen, hasta el momento de la poda) dibujando en mis ojos su paisaje verde.

Hoy me visita un pájaro. Antes había más, pero cada vez van quedando menos. Nadie sabe explicarme por qué. Se posa sobre el alfeizar, canta, me mira, mueve la cabeza, se alisa las plumas, mira al Sol y sale volando en busca de un nuevo destino. Pero antes, picotea el cristal y me deja su aleteo feliz.

Al otro lado de la calle, vive una chica que duerme menos que yo. Tampoco cierra su persiana y gusta de asomarse y contemplar la noche. Ella no me ve a mí, pero yo puedo verla a ella. Es muy hermosa. La he visto reír y llorar, leer, discutir con alguien, realizar tareas rutinarias y pintar.

Es la hora. Mi madre entra en la habitación. Se acerca, me da un beso, sonríe y realiza el rito matinal: me ayuda a levantarme y sonríe, me coloca en la silla de ruedas y sonríe, me lleva hasta el baño y sonríe, me baña y sonríe.

Luego hace mi cama y vuelve a colocarme allí. Me gustaría besarla, abrazarla, decirle muchas cosas; pero… estoy preso dentro de un cuerpo que no quiere nada conmigo.

Cierro y abro los ojos, le envío señales de amor que ella recibe con una sonrisa. Antes de salir me lee un poema, me da un beso y dice:

Pronto te pondrás bien, ya lo verás.