Autora: Nieves Álvarez
Coordinación editorial: Vera-Cruz Fernández de la Regera.
Cuidado de la edición: Nieves Álvarez y Marta Mantecón.
Depósito Legal: SA:741-2012
Editado por el Gobierno de Cantabria, dentro del proyecto «Género Femenino, Número Plural». Dirección General de Igualdad, Mujer y Juventud Consejería de Presidencia y Justicia Gobierno de Cantabria Santander, 2012
Primera página del relato 1 «Mari Carmen y las mariposas»Mariposas.
Nombre común, genero femenino, número plural.
– Mariposas:
– Nombre común, genero femenino, número plural.
– Bien, muy bien, Mari Carmen.
Me gustaba ir a la escuela. Me gustaba la gramática y los análisis gramaticales: sujeto, verbo, predicado. Me gustaban las matemáticas y disfrutaba leyendo. Me gustaba la maestra, era buena y valoraba lo que hacía.
– Eres una de mis mejores alumnas, si sigues así llegarás muy lejos.
Pero la maestra se equivocaba, no llegué muy lejos, nunca pude salir de este lugar. Como dijo alguien alguna vez: el problema de ser pobre es que te ocupa todo el tiempo. Y yo no tenía tiempo para nada más, ni para estudiar, ni para leer, ni para ir a ninguna parte. Por eso, no he salido de aquí.
A los doce años dejé la escuela para ayudar en casa. Éramos cuatro hermanos y dos hermanas, y no nos sobraba el dinero. A los catorce comencé a trabajar, ayudando a mi tío en su taller mecánico. Yo escribía con letra clara y era buena haciendo cuentas: sumas, restas, multiplicaciones, divisiones; suficiente para que mi tío me colocase en la oficina. Al principio, me ayudaba, me decía lo que tenía que hacer y cómo hacerlo. Enseguida dejé de necesitar su ayuda. Más tarde, hice algunas sugerencias que mejoraron mucho todo el proceso de contabilidad. A los dieciséis años era toda una experta en facturación, gestión de pedidos y correspondencia. Una especie de oficinista todo terreno. Mi tío estaba muy contento conmigo, y yo también con él y con mi trabajo.
Por el taller pasaban solo hombres. Las mujeres no conducían en aquella época y las que conducían no frecuentaban nuestro taller. Eran hombres, solo hombres, hombres de todas las edades y de todas las categorías humanas; hombres que muchas veces me gastaban bromas:
- Oye, Mari Carmen, ¿qué te pasa, estás enferma?
- ¿Yo? No, no estoy enferma, ¿por qué lo dices?
- Por esos dos bultitos que tienes ahí (dijo uno, señalándome el pecho).