Revista Pacífica. ACAI Santander 2011
Artículo
Soy feliz, lo soy, ahora sí. Tras pasar una vida buscando las respuestas a preguntas que otros formulaban, de encajar cada pieza en el puzzle que otros diseñaron, de navegar por ríos de papel-plata en paisajes de atrezo, de verdades mentidas que otros simularon, estoy en el camino de encontrar las preguntas, vivir la incertidumbre, elegir esos cuestionamientos que demuestren la necesaria teoría del caos, la forma inopinada de resetear el tiempo y reiniciar un nuevo concepto de revolución.
Soy feliz, sí, ahora sí. Han sonado las notas de una melodía que emociona el espíritu y sabe plantear el escenario de la revolución que me interesa, una revolución de jóvenes y mayores, de personas formadas e informadas, capaces y lúcidas, ilusionadas y transparentes, que apuestan por otra forma de utilizar el poder, el medio ambiente, los valores. Una revolución que evoluciona, se mueve, se hace líquida e inunda el sentido de las cosas, la literatura, el arte, los despachos.
Soy feliz porque estoy dentro de una forma nueva de comprender el mundo. Nadando a favor de una corriente que avanza inexorable hacia otro dilema, inmersa en una revolución pacífica (creo que el DRAE tendrá que cambiar la definición de esta palabra a partir de ahora), una revolución que exige y propicia un cambio profundo (no violento) en el que todo sea de cristal, accesible y participativo.
Soy feliz, ahora sí, mis bolsillos se han llenado de versos y de besos, de palabras y música, de indignación y fuerza generosa, de ideas y de sueños que pueden realizarse. Y levanto las manos acariciando el viento, disecando el sonido a naftalina, a egoísmo, a hipocresía inútil. Y mis manos se mecen junto a un bosque de manos, junto a un brillo de árbol, junto a un vuelo de pájaros y voces que dicen lo que piensan y piensan unidas lo que quieren decir. Y descubro que todos los sonidos se agrandan, se universalizan, se sienten en común.
Soy feliz, lo soy, nadie puede gobernar mis deseos, saquear mis bolsillos, amputar la ilusión y la alegría. Los poemas se escriben en la luz de los ojos de otros ojos. Cada verso es un grito que atraviesa los días, una lanza que busca el corazón del ser humano, un cohete que da la vuelta al mundo y se detiene en interrogaciones concurrentes.
Soy feliz porque creo en una revolución profunda, contundente, artística, ingeniosa, joven, generosa. La revolución de las ideas y de la práctica cotidiana, de la ética y de la moral, de la palabra y su contenido, de lo que se dice y de lo que se hace, de la forma de ser y de estar. Estamos en el quicio de una puerta que se abre a paisajes distintos, a lugares de paso y de sosiego, de versos compartidos y países de arena en los que pernoctar.
Soy feliz porque el Sol sabe brillar igual en todas las sonrisas, su luz busca refugio en los lugares públicos y su aroma a jazmín y a hierbabuena camina por las bocas de hombres y mujeres con los vestidos llenos de ilusión y proyectos, de sueños y de realidades, de caminos que ofrecen una oportunidad a una nueva forma de revolución. Una revolución en la que se puede aprender a estar, aprender a sentir, aprender a pensar, aprender a ser nosotros mismos. Una revolución sin apellidos.
Nieves Álvarez