Semana para Descubrir los Cementerios Europeos. Heroínas. Retratos de mujeres ante la adversidad. Cementerio de Ciriego. Santander, 2015.

Maestro de ceremonias: José Ramón Saiz Viadero
Acompañamiento: Compañía Contapposto (Mara Rodríguez Peñil, Elena Gómez López, Ana Berrocal Cuesta, Elsa Cuerno Melgarejo.
Diseño y maquetación: Adrián Alcorta y Sara del Hoyo.
Fotografías: Sara del Hoyo.
Imprime: Copisán.
Organiza: Cementerio de Ciriego.
Colabora: Conservatorio Profesional Municipal, Ataulfo Argenta. Colegio de Arquitectos y Strong Grupo.
Patrocina: Grupo Cántabro. Association of significant Cemeteries in Europe ASCE y European Cementeries Route.

La participación de Nieves Álvarez fue la siguiente.

Estación 4: HEROÍNA ANÓNIMA

Juana Aranguren Vega (1858-1919). Se trata de la sirvienta de la familia Escalante, cuya saga familiar está también enterrada en esta manzana. Estos primeros años del siglo XX, no era habitual una relación tan estrecha con la servidumbre, este ejemplo que nos ocupa es una excepción en la cual la familia se hace cargo de todos los gastos fúnebres de la fallecida en señal de agradecimiento por los años de servicio.

1.- Actuando, sin leer. Hablando de la heroína, actuando como si fuese ella saliendo de la tumba, disfrazada.

2.- Recitando, leyendo

VIVIRSE EN OTRAS MUERTES

Llegué a los once años a este lugar sin nombre
que sólo abandoné cuando me echaron
mucho tiempo después.

En mi casa no había para todas
-éramos doce hermanas-
y todas nos pusimos a servir
en diferentes casas de lugares distintos;
no volvimos a vernos.

Los señores les dieron a mis padres
lo que se suele dar en estos casos
y todos los derechos sobre mí:
– No le pase ni una -dijo mi padre al amo.
– Es una buena chica –susurraba mi madre
mirando de reojo a su marido- no les dará problemas.
Ella tuvo razón: fui una buena chica,
obediente y sumisa, complaciente y esclava
de los deseos de cuatro varones
y de la furia de aquella mujer
que escarmentaba en mí a su marido.

Desde el primer momento me informaron
de cuál era mi sitio,
dónde podía estar y dónde no,
de mis obligaciones cotidianas,
de un día interminable
y una noche poblada de fantasmas
sedientos de mi cuerpo.

Aprendiendo a rezar en lo privado,
a maldecir en público
-sin levantar la voz-
y a despreciar su estampa sin moverme,
encontré otras maneras de evadirme.

Los días de diario el trajín, las hazanas, 
no me dejaban tiempo de pensar,
y me las ingeniaba los domingos
para esconder un libro entre las piernas
por leerlo despacio, muy despacio,
pensando cada letra, cada estrofa,
cada historia sencilla o peliaguda.

Y comencé a vivirme en otras vidas,
a sentirme morir en otras muertes,
a tener ilusión.

Mientras, el mundo
giraba junto a mí, me trastornaba
mezclando mis neuronas
a un ritmo desbocado.

Resultó ser un juego divertido.
Poco a poco llegaron otros juegos
-entre la primavera de las flores-
que invadieron mi espacio en un jardín
con forma de truhán.

No pude resistirme a sus encantos
de embaucador de feria.
Me enamoré de aquel impresentable
que decía palabras en mi oído
o ponía sus manos en mi pecho
y en mis lugares íntimos
hasta volverme loca.

Y pasó lo que pasa
cuando nadie te informa de que puede pasar.

Me quedé embarazada, me encerraron,
me quitaron la niña, me echaron a la calle
y tuve que vagar por tugurios infectos,
paisajes de negreros, meretrices y brujas;
vendiendo agua y amor en rincones oscuros,
siguiendo las verbenas por un trozo de pan.

3.- Actuando, sin leer Despidiendo a los asistentes.