Autora: Nieves Álvarez
Editorial: Amargord. Madrid, 2018
Prólogo: Cecilia Quílez
Colofón: María Ángeles Pérez López
Foto de portada: Miguel Ángel García
‘Tremor de polvo rojo’ (también podría llamarse ‘El día que él me mató’), es un intento, según su autora, de «presentar una realidad que mata, hiere y deja secuelas de por vida, sin que, al parecer, podamos evitarlo. O… ¿tal vez sí? Luces, cámara y… ¡acción!». El libro está vertebrado por un eje original, como si se rodasen las escenas de una película (que cuanta lo que pasa en las últimas horas de una víctima de violencia de género). «Los poemas, que tienen las diferentes miradas de los momentos del filme, se sitúa en dos planos: el narrativo y el de la mujer que no puede creer lo que está pasando». Y están escritos en versos blancos, normalmente de 7 y 11 sílabas, con los acentos rítmicos correspondientes en 6ª y 10ª sílaba. Nieves Alvarez que, en sus iniciativas vinculadas al arte y la creación poética, siempre apela a la denuncia y al compromiso, destaca que desde 1999 (año en que se cuenta con estadísticas oficiales) a 28 de diciembre de 2017, han sido asesinadas en España 1.139 mujeres (las organizaciones sociales elevan esta cifra considerablemente) en el entorno doméstico. Guillermo Balbona Diario Montañés 1/05/2018
PRÓLOGO: ROTACIÓN SOBRE EL EJE Z
La vida (esa película de miedo
que cambia de escenario,
de paisajes, actores,
atrezzo, director,
y una escaleta múltiple
de fracasos y logros imposibles)
es el guión: el mismo, siempre el mismo.
Al final, muere el protagonista.
A veces, sin embargo,
las escenas ofrecen
momentos lujuriosos,
romanticismo cómplice
de errores en los versos.
Como muestra, una toma.
Comienza con un plano de recurso:
camisón en el suelo, zapatos de tacón,
botella de champán, perlas, corbata…
Imaginas un hotel en París,
joyas, dinero, lujo, sobresaltos,
amor eterno, gloria…
Plástico de felicidad, carmín, confeti.
Y finge la pantalla en su metraje,
se ríen las secuencias,
sientan plaza, hacen norma
los cánones de ritos y de cuerpos
que empalagosamente invaden la retina,
cumpliendo la canalla misión de las estatuas:
descolocar al gremio de los vivos.
Cuando vuelves a casa
vira el plano, salta lo que te espera
y todo se termina.
Sólo queda una imagen por rodar:
tu sangre salpicando la pared.
Nieves Álvarez Martín