…. Y DIEZ

IV Certamen de Relato Corto.

Santander. 2003

CINCO (páginas 53 y 54)
Se sienta en el sofá del salón y enciende el televisor. Hace zapping como una posesa, tira el mando al suelo, lo vuelve a recoger y se detiene en un canal, parece interesada por la escena. ¿De qué se trata? Una mujer joven, muy delgada, habla y habla sin parar, observada de cerca por un hombre también joven, atlético, medio desnudo. No presta atención, sólo fija su mirada sobre un punto concreto de la pantalla. Sin embargo, la mujer parece brindarle su discurso: “… he sido seleccionada para estar aquí, no por las capacidades de interpretación que poseo, ni por mi aspecto, sino simplemente porque empecé a utilizar este producto y tengo que explicar a todo el mundo de qué se trata, me parece que no estaría bien mantener este secreto oculto por más tiempo…” Alicia oye sin escuchar, no encuentra sentido a tanta verborrea inútil. Pero una palabra logra entrar en su mente, martilleando sus sienes, como el repiqueteo continuo de un tambor “secreto, secreto, secreto…” ¿Podría guardarlo en secreto? ¿Debía esconderlo en su interior? ¿Archivarlo en su memoria? ¿Sería capaz de volver a trabajar, a salir a la calle…? La idea de abandonar la casa parece irrealizable. Desde el triste cajón de luz, la mujer continúa hablando: “…consulté al médico por el aumento de mi cintura, la aparición de zonas flácidas y también por la caída de mis pechos, además comenzaba a tener celulitis, bultos horribles en la piel y…” Qué vanas le parecen ahora aquellas preocupaciones que habían sido las suyas en el pasado. Qué falsos los argumentos, qué torpes los movimientos y las voces… Descubre de nuevo al hombre semidesnudo cuyo estómago atlético aparece ahora cubierto de pequeñas ventosas blancas, conectadas a un extraño aparato, al tiempo que afirma con voz segura y rotunda “…GYMCORP 10, la auténtica terapia electromuscular…” Alicia fija su mente en aquellos ojos que osan traspasar la pantalla para invadir arteramente su intimidad y por un instante desea que los electrodos se conviertan en terminales de una silla eléctrica. La nueva sensación sobrepasa los límites del subconsciente en que ha nacido y se hace consciente. Alicia da un respingo asustada de sus propios pensamientos, apaga el televisor, tira el mando al suelo y llora, llora amargamente. ¿Qué le está pasando? ¡Ella no es partidaria de la pena de muerte!